Soy Melisa Morini, Comunicadora Social, profesora y periodista argentina. Nací en Mar del Plata, ciudad turística desde su conformación, en 1988. Aquí veranearon grandes artistas en la década del 30 y luego se transformó en la posibilidad de conocer el mar para los y las trabajadores.
Mi familia siempre fue viajera, cada receso escolar estuvo marcado por alguna salida de exploración. En mis recuerdos guardo el mejor viaje, que fue al sur, a la Patagonia, en una camioneta 4×4, cuando mi viejo se dio el gusto de comprársela. Él equipó el auto, mi mamá las valijas y mi hermana y yo, cuaderno de ruta y cartucheras completas.
Ruta de ripio, atardeceres increíbles y cientos de kilómetros en soledad. Como postal, ese 24 de diciembre, cuando Papá Noel no se olvidó de nosotras y los regalos aparecieron en la carpa donde íbamos a dormir. Papá también manejó hasta Brasil, incluso hasta el Machu Picchu en Perú, pasando por el norte argentino y por Bolivia para llegar a la meta inca.
Cuando cumplí 18 me subí por primera vez a un tren, acompañada de mi primer amor, y juntos recorrimos la provincia de Misiones, carpa y mochila a cuestas. Fueron 20 días de aventura, libertad y aprendizaje. Desde esa vez, ya no conseguí ponerle un freno a mi deseo de seguir viajando.
Recorrí todo mi país, viajé al sur de Brasil a vivir las temporadas de verano en más de una oportunidad y aprendí, entre tantas cosas, a hablar portugués. Cuba y Tailandia fueron dos experiencias alucinantes que me hicieron ver y entender el mundo de otra manera. En el primero, conocer la Cuba de Fidel desde adentro, viajar a lo largo y ancho de la isla de mochila, durmiendo en las casas de las personas, antes de que Obama ganara las elecciones presidenciales en Estados Unidos y se anunciaran modificaciones frente al bloqueo.
Y Tailandia, el país de las sonrisas, otro continente, otro idioma, otra religión, otro todo. Un modo de vivir completamente diferente, donde me sentí plena y en comunión, pese a la barrera idiomática que marcó distancia. Viajar también es entender que las fronteras son sólo sellos en el pasaporte. Elefantes, comida picante, playas rocosas de película (literal), montaña y templos a cada paso con su brillo, sus sahumerios y su paz.
Saltar al continente europeo también tuvo su magia, conocer el Coliseo Romano y sus siglos de historia, la Torre Eiffel, el Louvre, los graffitis de Bansky, el Big Ben, tomar Guinnes en Dublin y pasear por los mercadillos españoles, son sueños que merecen ser cumplidos.
Desde que terminé la escuela residió dentro de mí el deseo de viajar un año entero, sin brújula y sin tiempo. Normal ponerse trabas, ocupar el tiempo con lo formal, con lo establecido, con aquello que nos dijeron que había que hacer. Estudié Comunicación en la Universidad Nacional de La Plata, ciudad donde viví cinco rockeros años, luego volví a Mar del Plata y ejercí: trabajé en radios, noticiero, y escribí para portales y diarios. Me formé como docente y di clases.
Antes de cumplir los 30 decidí que “el año sabático” sería mi meta. Tachame la doble. El año 2019 empezó en Uruguay y terminó en Bolivia, en el medio recorrí Brasil, cumplí 31 en Salento, Colombia, bajé por Ecuador y después Perú. Sola, completamente sola desde el inicio hasta el final de la aventura. Conocí a muchísimos seres en el camino, hermanas sororas que me dieron el lujo de compartir con ellas, familias generosas que abrieron las puertas de sus hogares y me hicieron parte.
Fui voluntaria en los seis países, trabajé, hice dedo, dormí en carpa, en hamacas, en hostels, en sillones y en cómodas camas. Viajé en tren, colectivo, avión, moto, camión, van, auto, barco y hasta en bici. Fui recepcionista, camarera, jardinera, maestra de inglés, construí con barro y cultivé frutas, cociné y orienté a turistas. Crecí. Crecí exponencialmente y me llené de fuerza y valor.
En Ecuador conocí una familia que me hospedó como voluntaria en su granja. Y no fue cualquier granja, se trató de un proyecto de apicultura holística, lugar donde me contaron que Melisa, mi nombre, significa “abeja”. Alineación, llegué al lugar indicado, nunca me hubiera imaginado que fuera puerta a esto que hoy nace. A salir de la colmena.
Este blog nace con esas ganas de contar el viaje, o el viajar. De contagiar equilibrio y poder. Porque los deseos están para cumplirlos y el mundo está ahí, todito para que lo conozcamos, cuidándolo. Viajes no será el único tema a tratar, también habrá inquietudes, información, entrevistas, ecología, medioambiente y sustentabilidad, ya verán.
Gracias por ser parte de este enjambre!