Desde La Guajira y para el mundo: Lizeth Pana contagia las ganas de viajar y el coraje para hacerlo sola

Nacida en el seno de una comunidad Wayúu en el norte de Colombia, Lizeth salió a recorrer el mundo, sola.  Sus experiencias  la llevaron a crear un grupo en redes sociales que ya tiene más de 100 mil miembros: El Club de las mujeres que viajan solas por el mundo. Hoy se define como bloguera, mochilera y anfitriona en su país “que lo tiene todo”.

“¿Te vas de viaje sola? ¿Estás loca? ¿No tenes miedo? ¿De mochilera? ¡Es peligroso!”. Quienes decidimos alguna vez aventurarnos al mundo cargando solamente con nuestro equipaje repleto de expectativas, encontramos estas frases a cada paso. Derrumbar los estereotipos no es tarea sencilla pero tampoco imposible. Este artículo tiene el objetivo de invitarte a romper con los prejuicios socialmente instalados. Si te sentís identificada con los deseos de volar ¡espero que sea un impulso!

Viajando me di cuenta de que lo que prima en relación a ser mujer y viajar sola es la solidaridad. Ser, en algún punto vulnerable, despierta en los otros el deseo de ayudar, dar una mano, acercarse con curiosidad, ganas de conocerte pero también, de hacer saber que “si necesitas algo, pues, estoy aquí”. Fue lo más mágico de mi año mochilero por Sudamérica. La confianza y la entrega.

A Lizeth le pasa algo similar: “Nunca me sentí sola”, confiesa. No nos conocimos personalmente. Durante mi estadía por Colombia, cuando yo estaba en el norte, ella en el sur y viceversa. Sin embargo, me sentí muy cerca. Me enteré del grupo en plena ruta, a través de una gran amiga “entrá al Club, podes encontrar a otras chicas en la misma que vos”. Hoy soy una de las 138.668 adeptas con Síndrome Wanderlust. El grupo tiene tres años en actividad y, según cuenta Liz “en 4 meses ya éramos 5.000 miembros, me llamó la atención lo necesario que era este espacio para expresarnos, soltarnos y apoyarnos”.

El patrón que se repite entre las mujeres (de todas las edades y de todas partes del globo terráqueo) es el miedo de lanzarse a viajar en solitario. El miedo pero también las ganas y el intercambio motivacional para animarse. “Un día decidí hacer lo que mi corazón me pedía con fervor,  tomé mi mochila y sin esperar nada de nadie, me fui rumbo a Ecuador. Con todos los miedos del mundo, me lancé y fue unas de las experiencias más grandes y hermosas  de mi vida,  desbloqué mitos y eliminé muchos temores inculcados, incluso volví a creer en la humanidad”, relata Liz y contagia ganas.

Cuando elegís viajar sola, estas eligiendo ser tu propia compañía y eso es un montón. Se traduce en seguridad y autoconocimiento. Entender sobre nuestros propios límites, debilidades y fortalezas, dejar de lado el papel que cumplimos en las sociedades donde residimos, dar rienda suelta al espíritu y trabajar el desapego, hacia las personas y hacia lo material, son apenas algunas de las enseñanzas que nos deja esta acción. No se trata de valentías, se trata de darse permiso.

SANGRE WAYÚU

Colombia es un país riquísimo. Tiene montañas, playas de arena blanca, islas tropicales, llanos, nevados, campo y amplia variedad en cuanto a flora y fauna respecta. Además, es un territorio multicultural admirable donde se reconocen alrededor de cien comunidades originarias. Los Wayúu son una de ellas, la más grande.

El pueblo Wayúu habita la península de la Guajira, al norte de Colombia y al límite con Venezuela. Se trata de una región con un clima cálido, seco y bastante desolado. Mantienen sus costumbres muy arraigadas y defienden sus creencias con amor y respeto. Son reconocidos por el trabajo textil. El tejido es más que una práctica cultural y herencia de sus ancestros, es una forma de concebir y expresar la vida, es un arte.

Telares, hamacas y mochilas son parte de las artesanías Wayúu que pueden adquirirse en tierra colombiana. De hecho, Liz solventó gran parte de sus viajes vendiendo las mochilas que le compraba a su madre. Y así la encuentran en las redes sociales: la mochila de Liz. “Si de algo me siento orgullosa es de ser Wayúu, mucha gente me pregunta de dónde nace la pasión de una mujer indígena de viajar tanto. Creo que los indígenas de una u otra manera desde siglos han sido nómadas en busca de una mejor vida, pero se han establecido también por años cuando se sienten en confort con la naturaleza”.

Vagando por los recuerdos de la infancia, Liz relata que “algo que despertó en mí el sueño de viajar fue cuando dentro de mi cultura se recibieron voluntarios como ayuda social de una ONG, personas de distintas partes de mundo llegaron a La Guajira y trabajaron con nosotros. Crearon dinámicas de juegos, nos daban clases y también nos contaban sus historias, de dónde venían y por dónde habían viajado, mostraban fotos, tenían mapas y postales, para mí fue tan sorprendente que aún recuerdo esa sensación de felicidad que transmitían y que las experiencias fuera de su lugar de origen era lo que les generaba esa alegría. Sin duda cambió algo en mí”.

SORORAS Y RECÍPROCAS

Formada como Ingeniera Civil, Liz vive sus 30 años y la pandemia en su Colombia natal, en el departamento de Antioquia. Cuenta que elije viajar sola “para romper con los patrones que nos han instalado durante años. Como mujer, tengo el mismo derecho que el resto de las personas de cumplir con los objetivos que me pongo, que no necesito de nadie más para sentirme segura y a cada paso llenarme de valentía y conocer de qué estoy hecha”.

“En mi país aún se estigma mucho a la mujer que viaja sola, me han tratado de loca e inconsciente”, detalla Liz y agrega que sin embargo, el empoderamiento femenino que experimenta prácticamente el mundo entero, “es como una ola de experiencias admirables que demuestran que podemos conocer el destino que queremos sin depender de una compañía. Me da la certeza de que en algún momento cambiaremos de perspectiva”. Se tratará, finalmente, de una humanidad más igualitaria.

Los objetivos del Club, para Liz, siguen intactos: “seguir empoderándonos entre nosotras, seguir cumpliendo sueños voladores sin ser perseguidas ni señaladas”. Acompañarse, hacerse cargo del concepto de sororidad, pedir ayuda si se la necesita, ayudar si alguna lo solicita. No sólo como creadora del espacio de encuentro virtual sino también como bloguera, Liz asegura que es de las personas que quiere contar historias, y que para eso, es necesario salir, andar, tropezarse y resolver.

Arriesgarse a lo desconocido siempre genera dudas pero cuando algo instintivo ruge adentro hay que hacerle caso. Al inconsciente machismo que pulula por los medios de información y el que se transmite de generación en generación, estamos a tiempo de decirle que no, no aceptamos que la condición de mujer sea impedimento. Y acusar la falta de compañía como motivo o causa, es un absurdo. En plena ruta, Liz se dio cuenta de esto y sin sospecharlo, se encontró con un movimiento mundial en potencia de compañeras que pensamos igual.

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