Gabriela Romero lleva adelante, junto a su familia, el emprendimiento Bee Farm Ecuador dedicado a la regeneración de un espacio para proteger e inspirar una cultura de respeto especial por las abejas. A los pies del Volcán Corazón, en los Andes Ecuatorianos, llegó el primer enjambre y se transformó en su proyecto de vida.
De junio a noviembre es verano en Ecuador, para esta época, se esperaba que el clima fuera seco y algo fresco. Sin embargo, mientras coordinaba con Gaby para hacer esta entrevista, me contó que en Machachi, donde se ubica Bee Farm, está lloviendo y aseguró no recordar lluvias en agosto.
“Hace un año exactamente estaba convencida de que la sobremanipulación era una de las causas de pérdida de la Apis melífera (abeja mielera). Luego de una cuarentena que nos puso a todos en nuestro sitio, y con el literal baño de humildad de estas lluvias en agosto, hoy creo que con el cambio climático, si no les damos una mano, como ellas han hecho por nosotros, no lo lograrán”.
Gabriela Romero es Magister en Gestión Empresarial en Agroecoturismo y hace 17 años que las abejas llegaron a su puerta para convertirla en apicultora o apiterapeuta o las dos, no consigue etiquetarse en un solo oficio y asegura que “nunca se deja de aprender porque con las abejas nadie tiene la última palabra”.
Antes de que se decretara la pandemia, el 70% de las colmenas de Bee Farm, murió. Gaby pasó meses sin entender el fenómeno, “toda mi teoría de que la manipulación en cuanto a la industrialización de las colmenas era lo que las hería, además de lo que ya sabemos como el cambio climático, el uso de pesticidas y la tala indiscriminada de árboles y plantas nativas, se transformó”.
“Cambió totalmente el panorama” relata Gaby, “he llegado a la conclusión de que están tan débiles que si no les ayudamos se mueren, el clima nos está perjudicando muchísimo, las abejas van a morir de hambre si no colaboramos con ellas, así que he tenido que modificar mi manera de trabajar, siempre mantuve una línea de pensamiento de libertad, de pensar que ellas saben lo que hacen, claro que saben, pero mueren a causa de factores que no controlamos”.
Un zumbido de esperanza
Ser voluntaria en Bee Farm fue aprendizaje y fue sinergia. ¡Tenemos tanto por aprender de las abejas! Gabee, como le decimos quienes la conocemos, me enseñó que hasta nos comunican mensajes si tan solo estamos lo suficientemente atentos como para escucharlos.
“Ellas trabajan casi todo su tiempo dentro de la colmena, creo que debemos apuntar a nuestro núcleo antes de polinizar afuera, la clásica, si quieres cambiar el mundo primero date tres vueltas por tu casa, ese mensaje siento muy presente”.
Como humanidad hemos estado apuntando al afuera, hemos corrido detrás de la zanahoria que el sistema impone, llevado ritmos de vida agitados, incluso nos hemos puesto en segundo plano. La pregunta ¿a qué normalidad vamos a volver? debería llevarnos a pensar en un comunitario mañana.
“La abeja nunca trabaja para ella sola, siempre piensa en sus hermanas que están en la colmena, así funcionan, en comunidad, tienen una relación armónica y perfecta, así recogen el néctar, pensando en todas. El mensaje es de sinergia y por el bien de la hermandad”.
Nuestra casa, nuestra colmena, es nuestra comunidad, si vivimos en las ciudades toca la humanidad, entre vecinos y vecinas, toca sembrar donde haya un baldío, limpiar donde haya suciedad y, por ejemplo, crear un espacio verde. Hay infinitas maneras de colaborar y ser más amigable con el entorno, lo que no hay son excusas.
Siete de diez colmenas murieron pero hoy hay cincuenta. “En algún momento creímos que la abeja era un bichito más al que había que explotar para obtener lo que da, creo que estamos yendo hacia un equilibrio. Creo que ellas son luz y nos dan un mensaje de esperanza, son la regeneración permanente”.
No se puede amar lo que no se conoce
El bosque de Cumbiteo es un pequeño santuario de fauna y flora andina situado a 15 minutos de Bee Farm, a 3.460 metros sobre el nivel del mar entre la Parroquia de Aloasi y la Parroquia El Chaupi, así se llaman los poblados.
Se trata del último remanente de este tipo de ecosistema nativo que se pueda encontrar en el flanco oriental del volcán Corazón, por eso también es un refugio para varias especies de mamíferos y aves andinas, una visita que merece la pena, a 40 minutos de Quito.
Los objetivos de esta granja holística rodeada de volcanes, bosque y encantadores pueblos que viven de la agricultura, es contribuir al buen vivir de la comunidad en general, aportando salud, produciendo y conservando los recursos naturales. Promover el uso y consumo de los productos de la colmena, difundir los innumerables beneficios de la apicultura y la apiterapia, brindar capacitaciones, talleres y educar sobre el comportamiento de las abejas y su importancia para las personas.
“Siempre trabajamos con grupos pequeños, creo que es un momento de ir hacia adentro, de poner como prioridades la familia y la salud, sin nosotros promocionar ya nos están llamando ¡consultando cuándo abrimos! Me da la perspectiva de que estuve caminando en el camino correcto, se iba a empezar a entender de una manera más masiva esa vibración y conexión con las abejas. Al estar encerrados, la vida en el campo o en contacto con la naturaleza está pasando a ser un tema de salud mental, así lo siento”.
El ritual para abrir las colmenas es un momento especial y mágico, entrar en sus casas y extraer lo que las abejas producen, merece respeto. Es menester una meditación en vibración, alcanzar la calma, calzarse el traje, preparar y encender los ahumadores y dirigirse a ellas en total paz, solicitando el permiso.
“La humildad fue la primera lección, ellas van permitiendo el acercamiento, yo siempre les digo a las personas que llegan aquí que deben acercarse con humildad, con reverencia, pedir permiso de algún modo, hay que estar calmos, respirar, sentir, no vengas agitada o insegura o apurada. La apicultura merece el estar ahí al cien por ciento”.
Todo en la naturaleza puede ser medicina o veneno, según la dosis, se dijo alguna vez, las picaduras pueden producir mucho daño (y nunca son casuales) pero también curar dolores. “Un día a la vez, la bendición de las abejas es que si no hay miel puede haber polen, si no tienes polen tienes cera, si la cera escasea, tienes para investigar con apiterapia o propóleos o meditar junto a su vibración, en fin, hay trabajo siempre y aprendizaje eterno”.
Adentrarse en el mundo de la colmena ayuda a entender porqué la mayoría de las culturas ancestrales les rindió culto y adoración, como los celtas, los druidas o los egipcios, que las consideraban diosas. Las abejas son un súper organismo y simbolizan el divino femenino, el amor, el trabajo, la organización y la sabia administración de la energía.
Gabee y su familia nos invitan a poner luz sobre la conciencia de unidad que emana de las colmenas, un canto perfumado y dulce. La colmena es un universo de compromiso y solidaridad, se vive una suerte de perfecta comunión, cada abeja dentro de la colonia trabaja por el bien común y son interdependientes la una de la otra. El mensaje es claro y el ejemplo insuperable.
Un mensaje lleno de sabiduría y generosidad, muy interesante
Muchas gracias María Paz!